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La Iconografía Del Templo

Mural iconoráfico PSMCB 2023
Fotografía
Mural en el templo

Toda obra iconográfica es una catequesis pictórica sobre la fe, más que una simple experiencia estética. Los iconos abren al que los contempla una puerta para participar en el misterio del amor de Dios hecho carne en Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios.  Aquel que los observa con espíritu abierto puede llegar a recibir un reflejo del actuar divino en su historia personal. Así también lo ha entendido también San Pablo, que nos invita a contemplar el rostro de Cristo, donde encontramos el conocimiento de la gloria de Dios (cf. 2Co 4,6).

Las pinturas iniciales de la parroquia nos hablan del Misterio de la Salvación del que participamos en la Iglesia. 

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Capilla 4

La Imagen de la Virgen que figura en el logotipo de la Parroquia, está tomada de un icono de la Ascensión del Señor, pintado por Kiko Argüello.

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Logo

Catequesis Mural Iconográfico De La Parroquia Santa María Del Camino

 

El mural de la parroquia Santa María del Camino reproduce algunas de las obras iconográficas del pintor español Kiko Argüello, iniciador del Camino Neocatecumenal, un itinerario de formación católica que se lleva adelante en esta parroquia desde hace más de veinticinco años. Estos iconos expresan algunos de los más importantes misterios de la fe, con base en los cánones iconográficos de las iglesias orientales, tanto católicas como ortodoxas.

Cuatro son los iconos que componen este mural, divididos en dos niveles. 

  • En el nivel superior, se encuentra una gran obra titulada Deesis (en griego súplica).

  • En el nivel inferior tres obras: al centro la Santísima Trinidad, a la derecha la Ascensión y a la izquierda la Anunciación. 

Los dos niveles pretenden manifestar dos planos espacio temporales de nuestra fe: el nivel celestial y eterno (Deesis) en el plano superior y el nivel terrenal y finito (Ascensión, Trinidad y Anunciación) en el inferior. 

Las obras están hechas sobre un fondo de pan de oro, que expresa la realidad divina. A través de estas imágenes podemos contemplar físicamente, hasta donde los sentidos y la fe lo permiten, la obra de salvación hecha en Cristo por amor a cada persona y a toda la humanidad.

 

Deesis Y Cristo Pantocrator

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Deesis

En la parte central superior del mural está la Deesis (súplica en griego), como se llama a la representación de Cristo en el trono. 

A su derecha, la Virgen María vuelta hacia él con los brazos levantados, ligeramente inclinada en actitud de súplica. 

A su izquierda, San Juan Bautista vuelto hacia Él, en la misma actitud de súplica. El Bautista, llamado también el Precursor, se reconoce por la barba y el cabello desordenados. 

Sobre la imagen de la Deesis se destaca una franja de color verde sostenida por dos Ángeles y en ella se ven la luna, el sol y las estrellas para indicar el Universo. En el centro de la franja se encuentra el Arca de la Alianza.

Este icono se suele poner siempre en una posición central, para manifestar que la historia está orientada hacia su punto conclusivo: el encuentro con Cristo que viene. Nuestro mundo tiende hacia un fin, no de derrota y vacío, sino de plenitud, de vida en Dios.

El Cristo Pantocrátor, el Omnipotente, viene al fin de los tiempos en la Gloria de su divinidad para juzgar la tierra. El icono pone de manifiesto la potencia de Dios escondida bajo los restos mortales de Cristo. En las manos y sus pies se ven las llagas de la Crucifixión y de la humillación que sufrió por amor a nosotros. El Hijo del Hombre anunciado en las Escrituras, despreciado y humillado en su primera venida al mundo, aparece en su segunda venida como juez justo para juzgar a vivos y muertos. 

A su izquierda tiene el libro de la vida, sobre el cual se lee: "Amad a vuestros enemigos" (Mt 5,44), palabras que constituyen el corazón de la Nueva Alianza. Jesús es imagen de Dios y del hombre. Con Cristo, vencedor de la muerte, estas palabras ya se pueden realizar en nuestra vida y por ellas seremos juzgados.
En el libro de la vida se lee también: “Vengo pronto" (Ap 22,20), que es una invitación a la perseverancia para mantener firme la fe, a fin de que también nosotros podamos decir con San Pablo: "He competido en la noble competición, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe. Y desde ahora me aguarda la corona de la justicia de aquel Día me entregará el Señor, el justo juez; y no solamente a mí, sino también a todos los que hayan esperado con amor su Manifestación" (2 Tim 4,7,8).

El Pantocrátor expresa la esperanza escatológica de la asamblea cristiana, que en la celebración eucarística experimenta la presencia viva de Cristo y la confirma en la fe. El deseo de la venida final del Señor sella la victoria definitiva sobre el mal y sobre la muerte. La imagen manifiesta la orientación de la historia hacia su punto de destino: el encuentro con Cristo que viene tiende a un fin de plenitud de vida en Dios. 

El Pantocrátor hace converger hacia sí todo el ciclo pictórico. Su figura parece desprenderse del fondo de oro y venir a nuestro encuentro, haciéndonos partícipes de su transfiguración final y victoriosa, como expresan las vestiduras blancas, signo de su divinidad.

Los cristianos, que en el Bautismo han vencido al príncipe de este mundo, es decir, al diablo, son revestidos de la naturaleza de Dios y llevan túnicas cándidas al salir de la piscina bautismal: "El vencedor será así revestido de blancas vestiduras y no borraré su nombre del Libro de la Vida, sino que me declararé por él delante de mi Padre y de sus Ángeles" (Ap 3,5). 

Cristo, con su mano derecha bendice y está situado dentro de las tres esferas cósmicas, de las cuáles la azul representa la tierra, la negra la muerte que rodea la tierra y la tercera, celeste, representa el cielo. Las cuatro esquinas rojas son imagen de los cuatro evangelistas que anuncian y preparan la segunda venida de Cristo al mundo. 

El rostro del Pantocrátor ha inspirado al artista en modo particular. Un rostro con ojos grandes, como de niño, un Cristo humilde. En la tradición antigua, Cristo retornaba severo, como aparece en la iglesia de rito bizantino, pero en esta pintura tiene un rostro lleno de amor y compasión. Esto nos recuerda lo que dice San Juan de la Cruz: al final de nuestra vida seremos juzgados por el amor.

 

Ascensión

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Ascención de Kiko Argüello PSMCB

El Señor con su descenso a los infiernos ha aniquilado al adversario y con su Ascensión ha exaltado al hombre. El icono anuncia la victoria sobre la muerte, sobre el infierno y la finalidad de la salvación: nuestra humanidad es introducida definitivamente en la existencia celestial a través de la humanidad de Cristo. Por consiguiente, nuestra patria está en los cielos: "Dios, rico en misericordia por el grande amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo... con Él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús" (Ef 2, 4-6).

La Ascensión es ya el inicio de Pentecostés que es la realización de la oración de Jesús: "Yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito (el Espíritu Santo) para que esté con vosotros para siempre" (Jn 14,16). Cristo, en un círculo de esferas cósmicas, desde donde se irradia su gloria, extiende su derecha como un gesto de bendición y de envío. "Alzando sus manos, los bendijo. Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo" (Lc 24, 50-51). Bajo el signo de esta bendición permanente, los apóstoles llegan a ser el fundamento de la Iglesia.

En la izquierda, Cristo tiene el rollo de las Escrituras que contienen el anuncio de la Buena Noticia. La obra de salvación está realizada. Ahora debe ser acogida libremente por cada hombre. Es el envío para evangelizar: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas... y he aquí que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 19-20). La alegría de los apóstoles explota, a pesar de la despedida de Cristo, porque la promesa permanece: "Yo estoy con vosotros" y "Ninguno prevalecerá contra vosotros". La Virgen, imagen de la Iglesia, está representada entre dos Ángeles por debajo de Cristo que es su cabeza. El extremo de los brazos alzados de los Ángeles y los pies de la Virgen forman los tres puntos de un triángulo, símbolo de la Santísima Trinidad, de la cual la Iglesia es la impronta.

Los apóstoles divididos en dos grupos iguales forman un círculo y muestran a la Iglesia inscrita en el signo sagrado de la eternidad y del amor entre el Padre y el Hijo. En el grupo de los apóstoles, a la derecha de la Virgen está San Pedro, a la izquierda San Pablo, que ciertamente no fue testigo de la Ascensión pero que aun así pertenece al núcleo apostólico. Cristo, al alejarse, es sostenido por dos Ángeles. Ellos fueron testigos misteriosos y atónitos de su Encarnación.

El icono, invirtiendo la dirección del movimiento de Cristo, representa el regreso del Señor: La Parusía. "Este que os ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá así tal y como le habéis visto subir al cielo" (Hch 1, 11). Es lo que anuncian los dos Ángeles en medio de los apóstoles.

 

La Trinidad

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La Trinidad de Kiko Argüello, PSMCB

Este icono se inspira en la obra de la Santísima Trinidad de Andréi Rublev (1360-1430), donde se retrata la Teofanía de Mambré. Se trata del episodio en el que los tres ángeles, que resultan ser los arcángeles Gabriel, Miguel y Rafael, visitan a Abraham, que los recibe con inmensa hospitalidad. Ellos les anuncian entonces la Buena Noticia del nacimiento del hijo de la Promesa, Isaac (cf. Gn 18,1-15).

La Iglesia ha considerado la teofanía o manifestación de Dios a Abraham, junto al encinar de Mambré, como una revelación de Dios a los hombres: revelación misteriosa y cargada de sentido salvador. Los Padres orientales ven incluso en esta manifestación una primera revelación de Dios que es Uno y Trino, un Dios que ama a los hombres y sale a su encuentro, un Dios de la historia que se acerca a la historia de los hombres, un Dios amigo que pide hospitalidad a Abraham, el hombre amigo de Dios. Dios es un amigo que se presenta pidiendo y se despide colmando de bendiciones y regalos a aquellos que lo saben acoger con amor. El premio de la hospitalidad de Abraham será el don de una descendencia en su hijo Isaac, cuando ya las esperanzas humanas se habían agotado.

Desde la antigüedad, los cristianos han representado en imágenes esta escena. Los hermosos mosaicos de Santa María la Mayor en Roma y de Ravenna nos presentan esta imagen: tres ángeles en torno a una mesa, como una anticipación del misterio de la Eucaristía.

Rublev quiso fijar en colores y símbolos una experiencia de San Sergio, una visión del misterio trinitario, del Dios amor y misericordia, del Dios Uno y Trino. Un Dios expresado en la unidad: «Que todos sean uno cono yo en ti y tú en mí» (Jn 17,21-23), según las palabras de la oración sacerdotal de Jesús. un Dios que es comunión de personas distintas. Por eso se le atribuyen a San Sergio estas palabras. «Contemplando la imagen de la Trinidad hemos de vencer las odiosas divisiones de este mundo». La Trinidad es la imagen del Dios que reconcilia, de la humanidad reconciliada.

La imagen se centra en la presencia de los tres ángeles: bellos, espléndidos y elegantes en su ropaje y en su cabellera, llenos de majestad, envueltos en un halo de misterio, vivos expresivos en su dependencia y en su comunión recíproca. Llevan en sus manos unos casi imperceptibles bastones de peregrinos. Están sentados en torno a la mesa que Abraham y Sara han preparado. Sobre la mesa hay una copa y dentro de ella, algo que es como un trozo de cordero. El encinar de Mambré se ha estilizado en la pintura hasta convertirse en un arbusto misterioso que está junto al ángel del centro. Han quedado fuera de la escena Abraham y Sara. Todo se concentra en los tres ángeles misteriosos.

La interpretación dada por Kiko Arguello explica que el ángel central simboliza a Cristo, reafirmado por el color de sus vestiduras. Detrás suya se encuentra el árbol de color verde, símbolo de la vida eterna. A la derecha vemos a Dios Padre, que bendice el cáliz, símbolo del sacrificio. A la izquierda se encuentra el ángel en el que se manifiesta el Espíritu Santo.

Todo el conjunto se somete a una idea única. El colorido de las vestiduras es característico para la iconografía de esta imagen y expresa la belleza de la comunión. A la derecha de la figura de Jesús vemos al ángel que simboliza al Espíritu Santo. Las figuras de dos ángeles y el árbol se ladean hacia la tercera figura, el Dios-Padre. El Padre mira el cáliz con la cabeza del becerro sacrificado, símbolo de la entrega de Cristo y los dos ángeles inclinan la cabeza en señal de acuerdo y obediencia.

La imagen nos invita a trascender la escena para contemplar el misterio. Los tres Ángeles reflejan el misterio de la Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Unidad en la naturaleza, Trinidad en las personas. Algunos elementos subrayan la unidad. El Color azul que de diversas maneras está presente en los tres vestidos; el mismo color de las alas que están misteriosamente unidas y que expresan una inmensa comunión. La unidad de la mirada y del movimiento interno que parte desde el pie del ángel de la derecha y sube hasta su cabeza, se vuelca en la del ángel del centro y ésta a la vez se posa en la del ángel de la izquierda hasta indicar un movimiento de comunión en la vida y en el pensamiento, como un misterioso círculo de plenitud en el que estos tres ángeles viven.

Una unidad divina y misteriosa que no consiste en una simple igualdad que borra diferencias, sino en una unidad donde se hace posible la comunión de las personas distintas y donde se percibe esta unidad de vida. Vivir el uno para el otro, el uno con el otro, el uno en el otro, sin confundirse, sin absorberse, en una virginal experiencia de comunión personal. Este icono nos muestra el secreto de la vida de Dios: vivir el uno para el otro escuchándose en la unidad de una misma mirada, tendiendo hacia un mismo fin: la salvación del hombre. Cada persona en sí no parece completa y cada una parece que no puede existir sin referencia, sin relación a la otra, a las otras. Así las personas de la Trinidad nos ofrecen esta forma maravillosa de contener el Ser divino, de recibirlo de las otras, de darlo a las otras, de colocar a las otras con el don de la existencia.

Podemos seguir adelante en nuestra contemplación y descubrir el rostro y el nombre de cada una de las tres divinas personas. Las tres divinas personas están en orden de precedencia: 

El primero a nuestra izquierda el Padre. El misterioso ángel de su izquierda sería el PADRE en su hieratismo escondido y misterioso, principio de todo en quien descansa el movimiento de las cabezas y de las aureolas, como una reverente aceptación de su voluntad por parte del Hijo y del Espíritu.

El segundo el Hijo. La figura central es la del HIJO, con su túnica sacerdotal, sus manos indicando la copa del sacrificio, revestido de una túnica y un manto que representan su doble naturaleza. El Hijo como evidencia de la Encarnación redentora, con su rostro inclinado en actitud reverente de aceptación de la voluntad del Padre.

El tercero el Espíritu Santo. El ángel que está a la derecha es el ESPIRITU SANTO. Tiene un rostro dulce, tierno, maternal, casi femenino. Es el consolador. Su actitud es de servicio, de oblación, de colaboración; se inclina obediente; se lanza en la colaboración total a los planes del Padre y del Hijo. El color de su vestido nos habla de juventud y de vida: Espíritu vivificante, juventud de Dios, rejuvenecedor de la iglesia, escondido y presente.

La inclinación de los báculos dorados indicaría el orden mismo de la majestad trinitaria, del Padre al Espíritu.

El encinar de Mambré aparece ante nuestros ojos un arbusto con diversos simbolismos: árbol de la vida, árbol de la cruz, vid misteriosa que Jesús ha identificado con su persona: «Yo soy la vid…» de la que pende el racimo que se estruja en el sacrificio: vino y sangre. La cruz también está inscrita en las aureolas blancas de los ángeles. Una línea vertical desde el ángel del centro hasta el fondo indica su tronco.

Ahora, descubrimos en esta imagen misteriosa, a través de los símbolos, el plan de la salvación del hombre, realizado por Cristo, presente en la Iglesia. Los símbolos son ahora los que hablan de esta realidad escondida en Dios y manifestada en la obra de la salvación.

 

 Anunciación

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Anunciación de Kiko Argüello, PSMCB

El icono representa el momento en que el Ángel Gabriel saluda a María llamándola "llena de gracia" y le anuncia la concepción en ella del hijo de Dios. María está a la escucha y está por pronunciar su Fiat. Las manos abiertas y la actitud de todo el cuerpo indican su acogida y docilidad a la voluntad divina. Dios para encarnarse ha querido que su madre lo engendrase libremente, con pleno consentimiento. La Virgen pronuncia, llena de humildad, su Fiat en nombre de todos: "He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38). En ella todos dicen: Sí, ¡ven Señor! Desde el inicio de su vida, María se consagra totalmente a Dios en la virginidad y en la oración. Por la integridad y la castidad de su ser, la Virgen personaliza la santidad humana. Es llamada: "Toda santa" (en griego Panaghia). Las estrellas en la frente y en sus hombros indican su virginidad antes, durante y después del parto. María llega a ser el nuevo templo en el cual el Verbo de Dios ha elegido establecerse. Para los Padres de la Iglesia, Ella es lo más santo que había en el antiguo templo: el verdadero "Santo de los Santos", "Arca de la nueva Alianza".

La Virgen abre nuevamente las puertas del Paraíso, que Eva había cerrado con su desobediencia. Ella es la mujer enemiga de la serpiente, en quien se cumplen las palabras del Génesis: "Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar" (Gen 3, 15). María, que escucha, cree y concibe al Hijo de Dios, es imagen de todo cristiano. De hecho, la Proclamación de la Buena Noticia es el momento de la concepción de Cristo en nosotros, porque el Espíritu Santo cubre con su sombra a aquél que escucha y cree.

María, nueva Eva, es también imagen de la Iglesia que, como madre amorosa, nos lleva en su seno hasta que Cristo sea formado en nosotros y sea dado a luz en las aguas del Bautismo. Esto hace decir a San Cipriano: "No puede tener a Dios por Padre, quien no tiene a la Iglesia como madre".

En la pintura, la Virgen está entronizada. Según el Evangelio apócrifo de Santiago. María está en su casa cuando el Ángel la visita. La tela roja sobre el techo indica que la escena se desarrolla en el interior. El Arcángel Gabriel, anunciador por excelencia de los mensajes de salvación de Dios, con la derecha bendice a la Virgen y con la izquierda sostiene el bastón del mensajero. Su nombre significa: "Fortaleza de Dios". Dios desde el cielo manda el Espíritu Santo en forma de paloma, que desciende en un rayo de luz sobre María.

Autor:
Redactado por el Padre Mauricio Urbina 2023