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San Simón Stock

Templo

La personalidad de este gran Superior General "el Santo del Escapulario", como le llamó el papa Juan Pablo II 

Cuenta la leyenda que se celebra el 16 de Julio porque Simón Stock, superior de la orden, le pidió a la Virgen del Carmen una señal de su protección. Un 16 de julio la Virgen se le apareció con un escapulario y le dijo: “Esta es la señal de protección que te traigo. Todo aquel que muera llevando este santo escapulario, no verá las llamas del infierno.”

Amó tanto a María que se le conoce con el apelativo de "el Amado de María".

Su mensaje

 

  • que amemos y suframos por nuestra Orden y Congregación.
  • que acudamos a María en todas nuestras necesidades.
  • que merezcamos llamarnos "el amado de María".
  • que practiquemos las virtudes que simboliza el ESCAPULARIO.
Su oración

Señor, Dios nuestro, que llamaste a San Simón Stock a servirte en la familia de los Hermanos de Santa María del Monte Carmelo; concédenos, por su intercesión, vivir como él entregados si empre a tu servicio y cooperar a la salvación de los hombres. Amén.

 

En un nuevo Capítulo, en 1245, fue elegido 6º Prior General de la Orden Carmelita.

Nuestra Señora le concede el Escapulario de la Orden

Abandonado del auxilio humano, San Simón recurría a la Virgen, con toda la amargura de su corazón, pidiendo que fuese propicia a su Orden, tan probada, y que diese una señal de su alianza con ella.

En la mañana del día 16 de julio de 1251, le suplicaba con mayor empeño a la Madre del Carmelo su protección, recitando la bella oración por él compuesta, Flos Carmeli.3

Según el mismo lo relató al padre Pedro Swayngton, su secretario y confesor, de repente “la Virgen se me apareció en gran cortejo, y, teniendo en la mano el hábito de la Orden me dijo: «Recibe, dilectísimo hijo, este escapulario de tu Orden como señal distintiva y la marca del privilegio que yo obtuve para ti y para todos los hijos del Carmelo; es una señal de salvación, una salvaguarda en los peligros, alianza de paz y de una protección sempiterna. Quien muriese revestido con él será preservado del fuego eterno».

Ella me dijo ( ... ) que bastaba enviar una delegación al Papa Inocencio, Vicario de su Hijo, que él no dejaría de mandarme un remedio para nuestros males”.4