En medio de la realidad actual que vivimos caracterizada por el dolor, el sufrimiento, la indiferenicia, el egoismo, la fragilidad humana y la pobreza manifestada de diversas formas, Jesús, Buen Samaritano, nos enseña que la misericordia y la solidaridad deben caracterizarnos como pueblo de Dios que acoge a quienes más lo necesitan, brindandoles una luz de esperanza en medio de la oscuridad. ¿De que manera podemos ser nosotros pobres para los pobres?
El panorama de pobreza que se manifiesta hoy en día, nos hace un llamado como servidores y animadores de la evangelización a aportar para tejer una sociedad más humana que se caracterice por la solidaridad y la fraternidad. Es por ello, que desde el Servicio para el Desarrollo Humano Integral, queremos hacerles extesiva la invitación a aprovechar este material que sigue promoviendo la sensibilización, fortaleciendo la oración y reflejando signos explicitos de solidaridad con el prójimo. La pobreza y vulnerabilidad son realidades implicitas en nuestra cotidianidad, que deben ser atendidas, por ello, debemos apostarle a mitigar la indiferencia y ser consecuntes con acciones de misericordia optando por los más pobres.
Bajo esta perspectiva, el signo de solidaridad que proponemos es el encuentro, cada parroquia o espacio eclesial está llamado a convocar a quienes más lo necesiten, para que, en un espacio preparado previamente, puedan compartir como hermanos un espacio de acogida, escucha y cercanía en sintonía con el compartir un alimento, compartir el pan, tal y como Jesús lo hizo con sus discípulos. Que este escenario sea signo de la fraternidad social que tanto necesitamos.
Les presentamos el subsidio litúrgico, las propuestas de oración y el taller de sensibilización. Pedimos al Espíritu Santo que a través de su iluminación nos pueda hacer más sensibles a las realidades que vivimos hoy en día para seguir optando por los más pobres y necesitados.