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30-ene.-2025, jueves de la 3.ª semana del T. O.

Muchas de las cosas que nos ocurren son consecuencias de nuestros ocultamientos: ocultar la verdad, la alegría, la vida, la fe, el amor.

En la alegría y optimismo con el que contemplamos un nuevo amanecer te damos gracias por despertarnos con salud, bienestar y deseos de hacer las cosas que según tu santa voluntad nos proponemos. Que nos entreguemos a tu palabra y llevemos tu presencia en nuestros corazones. 

Ahora, Señor, permite que nuestra oración vaya dirigida a Ti para que ella sea nuestra fortaleza durante esta jornada. No permitas que nuestro corazón sea una casa dividida entre el bien y el mal. Envíanos tu buen Espíritu para guiarnos e iluminarnos, para darnos alegría y fortaleza, y para que podamos seguirte por el camino de la bondad y del servicio a donde quieras llevarnos. 

No podemos esconder los dones que bondadosamente nos has ofrecido, por eso sabemos que la luz no está hecha para esconderla debajo de la cama. Si la escondemos —con nuestras actitudes y pensamientos negativos— no podremos guiarnos ni dejar que nuestros hermanos encuentren también su camino. Nos iluminas también al decirnos “La medida que uséis la usarán con vosotros”. Muchas de las cosas que nos ocurren son consecuencias de nuestros ocultamientos: ocultar la verdad, la alegría, la vida, la fe, el amor. Todo lo que se oculta sale a la luz de tu palabra. Permítenos en esta nueva jornada, mostrar nuestra alegría y la luz de nuestro corazón para que irradiemos tu presencia a nuestros hermanos. Haznos sordos a palabras necias y no permitas que vayamos a juzgar nuestros hermanos y si lo hacemos que sea para resaltar sus virtudes y no sus defectos. Bendícenos, guárdanos y protégenos. Amén. 

Feliz y bendecido jueves vocacional. Los abrazo y los bendigo. 

Pensamientos para el Evangelio de hoy (Evangeli.net)

* «Concédeme, Señor, un amor que nunca mengüe, para que con él brille siempre mi lámpara y no se apague nunca, y sus llamas sean para mí fuego ardiente y para los demás luz brillante» (san Columbano, abad).

* «De los obstáculos, que perduran en nuestro tiempo, nos limitaremos a citar la falta de fervor, tanto más grave cuanto que viene de dentro. Dicha falta de fervor se manifiesta en la fatiga y desilusión, en la acomodación al ambiente, y sobre todo en la falta de alegría y de esperanza» (san Pablo VI).

* «La vida entera de Cristo fue una continua enseñanza: su silencio, sus milagros, sus gestos, su oración, su amor al hombre, su predilección por los pequeños y los pobres, la aceptación total del sacrificio en la cruz por la salvación del mundo, su resurrección, son la actuación de su palabra y el cumplimiento de la revelación» (Catecismo de la Iglesia Católica, n.º 561)

PALABRAS DEL SANTO PADRE

¿Con qué estándar mido a los demás? ¿Con qué estándar me mido? ¿Es una medida generosa, llena del amor de Dios, o es una medida de bajo nivel? Y con esta medida seré juzgado, no será otra: ésa, la que yo use. ¿En qué nivel he puesto mi listón? Necesitamos pensar en esto. Y esto lo vemos no sólo, no tanto en las cosas buenas que hacemos o en las cosas malas que hacemos, sino en el estilo de vida continuo. […] Y como cristiano me pregunto: ¿cuál es el punto de referencia, la piedra de toque para saber si estoy a un nivel cristiano, a un nivel que Jesús quiere? Es la capacidad de humillarme, es la capacidad de sufrir la humillación. Al cristiano que no es capaz de soportar las humillaciones de la vida le falta algo. […] Este es el modelo. Con la misma medida con que mides, serás medido. Si es una medida cristiana, que sigue a Jesús, en su camino, con la misma seré juzgado, con mucha piedad, con mucha compasión, con mucha misericordia. Pero si mi medida es mundana y sólo uso la fe cristiana –sí, voy a Misa, pero vivo como una persona mundana– seré medido con esa medida. Pidamos al Señor la gracia de vivir como cristianos y sobre todo de no tener miedo a la cruz, a las humillaciones, porque este es el camino que Él ha elegido para salvarnos y esto es lo que garantiza que mi medida sea cristiana: la capacidad de llevar la cruz, la capacidad de sufrir alguna humillación. (Homilía Santa Marta, 30 de enero de 2020)

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.